¡Hay que ver! Qué difícil es abrirse camino honradamente este país y en estos tiempos. Trazas tu periplo y te vas arrastrando puerta por puerta, brindando tus servicios sin importar lo poco a lo que aspires, siempre te ofrecerán menos. Es la ley de la oferta y la demanda, la globalización, el libre mercado…, toda esta mierda que nos han metido por los ojos y que hemos tragado cual pato en una fábrica de foi. Animales racionales, nos llamamos… “¡Toc, toc!”, “¿Quién es? ¡Ah, sólo otro licenciado! Nosotros buscamos nuestra perla, una joyita, alguien así como… Belén Esteban, alguien con personalidad y con estilo. Alguien que mueva masas”… Ésa es la palabra mágica: masas. Borregos. Ya hemos llegado al quid. Ahora empezamos a entendernos. ¿Calidad? Qué es eso aparte de una palabra en desuso. Nadie se acuerda. Era…, algo molesto, algo que no vendía. ¿Y por qué no vendía? Porque la gente no lo compraba. ¿Era cara? No. Era incómoda, como la cultura y la verdad. No interesaban porque la masa podría aprender, razonar y hacerse crítica, y pensar y lo que es peor, diferir. Y eso nunca. Se acabaría la ignorancia y con ella el control y eso sería terrible para quienes mueven los hilos y nos ponen los embudos en los picos. El problema es que, como siempre, sólo unos pocos (los menos) vomitan y escupen lo que les fuerzan por el pescuezo, los que gritan “no queremos vuestras musas cocainómanas y analfabetas, ni vuestras constelaciones de promiscuos arrabaleros trasnochados que se atragantan al intentar enunciar una oración compuesta, ni vuestros astros del balón exchabolistas e iletrados, ni a esos carroñeros ignorantes y cobardes de lacadas uñas afiladas dispuestos a arrancarle el alma al más débil y de sacar la lengua hasta límites insospechados para que el de poder se sirva a su gusto”. ¡Bah!, pero como siempre, éstos son sólo cuatro locos. Nos hundimos, señores, y no somos capaces de darnos cuenta (tómese este “nos” como reflexivo). Mejor, así no sufriremos, que es de lo que se trata. ¡Biba el ser umano!