jueves, 16 de mayo de 2013

CARTA AL GRUPO PLANETA



Estimados señores del Grupo Planeta: 


Les escribo porque he resuelto retirar mi nombre de la sutil, créanme, sutílisima crítica que había realizado sobre un libro realmente penoso que su sello ha editado. La revista los ha defendido a capa y espada, no, por desgracia, como debe ser sino como viene siendo en estos tiempos (esténse tranquilos, tienen a los esbirros bien aleccionados).

He tomado esta decisión porque ni mis escrúpulos y ni mis principios (para su información lo único que nos podemos permitir los de abajo, los que no tenemos nada que perder porque nada tenemos ni nada debemos) me permitían “vender” semejante subproducto completamente oportunista y carente toda calidad literaria, características éstas que ustedes ya conocen porque me resulta difícil creer que, alguien que se encarga de una editorial de la envergadura de la suya, no haya sido capaz de percatarse de todas las anomalías de que hace gala la obra en cuestión.

Pero, pueden respirar tranquilos en sus sillones de jefazos, porque esta molesta redactora no va a seguir colaborando con esa revista y los textos saldrán según lo previsto, y ensalzarán sus mediocres títulos para que la gente, cada vez menos instruida y menos exigente, siga comprando sus libros a troche y moche que, no nos engañemos, es de lo que se trata, ¿verdad? No obstante, se me ocurre una idea: si no desean encontrarse con reseñas negativas, otra alternativa es editar títulos de calidad, pero esto, claro, ya es más difícil y más costoso y, de seguro, infiel a la cultura del pelotazo que impera.

Cualquier otro día habría encajado el golpe pero, ¿saben qué? Que ya estoy harta; harta de tener que ir ofreciéndome como las furcias por las redacciones cuando soy conciente no sólo de mi valía sino de la falta de la misma de muchos que tiran mi currículo a la basura nada más recogerlo y que llegaron adonde están no queramos saber cómo (porque el Planeta es muy pequeño…).

Estoy muy cansada de ver cómo personas vulgares que no tienen ni un conocimiento mínimo para no hacer el ridículo encuentran trabajos más que dignos (económicamente, me refiero, porque yo no me sentaría en un plató de Telecinco ni por todo el oro del mundo, aunque éste no esté sujeto a IVA) mientras una generación preparada, mi generación, si no quiere pudrirse en el banquillo, debe hacer de tripas corazón y retorcer la boina delante del señorito mientras aguanta sin decir ni mú que éste le mate la milana bonita en sus propias narices. Pues a mi milana no la van a matar, se lo aseguro. Mi madre no me deja dinero ni tierras, pero me ha dado una buena educación y principios, cosas éstas que, como de sobra conocen, no sirven para nada en la actualidad pero a mí me permiten irme a la cama bien tranquila por las noches sabiendo que no he engañado a nadie y, lo que es más importante, que no me han doblegado. ¿No quieren una historia que venda? Pues ésta es un filón. Aquí se la dejo, en bandeja.

No padezcan tampoco por si pudieran ver esta carta publicada en ningún medio; ustedes y yo sabemos que esto no pasará (si así de servicial se presenta una revista gratuita de tirada hiperreducida, excuso decirles los grandes nombres que adornan, porque es para lo único que sirven hoy en día, los kioscos).

Y ahora mándenme a la Guardia Civil, quémenme en la hoguera, háganme vudú u oblíguenme a leerme otro de sus libros que a esta pobre desgraciada, a estas alturas de su vida, casi anciana ya para el mundo laboral, lo único que pueden ustedes quitarle es el hambre, porque ya ni sueños le quedan.

Atentamente,

YO