lunes, 8 de febrero de 2010

CHARLOTTE SABE MONTÁRSELO



Charlotte Gainsbourg es otro de esos especímenes de “cachorros de famosos”, tipo Chiara Matroniani, cuyo destino inquieto y zigzagueante va dibujándose cada mañana, a tenor de las apetencias de cada momento. Si, aun proviniendo de talentosos linajes por una o ambas partes, algunos no han sabido extraer en su ADN lo mejor de cada casa, los resultados pueden ser “gloriosos”, cuando, como en este caso, no hay nada que rascar ni por una parte ni por otra. Todo un prodigio del “porque yo lo valgo (y puedo pagarlo)”.

Por si a alguien le quedaba alguna duda, rodearse de buenos profesionales es crucial para conseguir un buen resultado. Charlotte lo sabe y por eso, para esta empresa ha contratado a Beck como brazo ejecutor, con el que se ha embarcado en un nuevo proyecto.

Todos conocemos las dotes vocálicas (las cuales resulta difícil determinar si son herencia de papá o de mamá). Sin embargo, I.R.M., como se titula su último elepé, resulta un trabajo musical excelente. Catorce canciones compuestas total y completamente a su medida y que le sientan como un guante. Un nada sobra, nada falta encomiable. Al oído de los resultados, queda patente la producción ha sido de una perfección absoluta. Lo que ha seguramente en mano de otro habría sido un disco apático y mediocre, Beck lo ha convertido en un álbum de calidad perfectamente adaptado a las desventajas de la intérprete, convirtiéndolas en una condición favorable. Nada sobra, nada falta.
Desde luego, si existiera un premio mundial a la producción musical, el de este año debería ser para el autor del Odelay por este disco.
Está visto que hoy en día no hay mal cantante sino mal arreglista.