jueves, 9 de julio de 2009

¿CULTURA? ¿QUÉ ES ESO?

Cuando trabajaba en la redacción de un diario de provincias, el director soltó lo que en ese momento me pareció una perla nada desdeñable por lo que de escalofriante tenía: “la cultura no vende”. Me quedé mortificada y lo achaqué a su tosca formación (sólo primaria) y a su desinterés por haber seguido cultivándose en la edad adulta (como en los casos de los “grandes señores” de Marbella, había pasado de vendedor de coches a un puesto que le quedaba demasiado grande. Y no lo digo yo, lo acreditan sus artículos y titulares, entre los que recuerdo un emblemático “peregil”). La gran sorpresa llegó cuando, años más tarde, intenté aventurarme en el maravilloso mundo del periodismo nacional donde creí, ¡ilusa!, que mis ansias y mi apetito cultural quedarían saciados y habría cabida para unas propuestas culturales diferentes. Avistaba un horizonte nuevo lleno de conocimientos y di por sentado que, por el hecho de vivir en capitales mayores, los jefes tendrían la mente más abierta. Pero, vive dios, que lo acaecido en aquella redacción no era la excepción sino la regla. Los medios decían “NO” a entrevistas y reportajes de actualidad que abrirían los ojos a la gente, que les harían conocer ofertas lúdicas diferentes y más exquisitas, y que les mostrarían la cruda realidad tal y como es. Empezaron las censuras (no se puede hablar mal de las viejas glorias aunque hagan basura -si lo haces no eres chic-; queda terminantemente prohibido criticar este grupo porque son mis primos; ni se te ocurra decir algo negativo de este libro o de este disco porque quedaríamos mal con la editorial o con la discográfica respectivamente; este tema es espinoso y no conviene investigarlo, cuando ni más publicarlo; etc.).

Esperaba encontrarme un universo nuevo y lo único que hallé fue más de lo mismo pero a mayor escala. Poderoso caballero es Don Dinero. El mundo de la prensa no es sino un intercambio de favores que no se dedica, ni de lejos, a formar ni a educar al público. Pan y circo, para que luego digan que hemos evolucionado. Así tenemos a nuestros políticos posando en revistas y diarios haciendo contorsiones o con trajes de precios prohibitivos (que no sabe uno si votarlos o ponérselo de fondo de pantalla en el ordenador), a mujerzuelas y hombrezuelos del alcantarillado humano (del que nunca tendrían que haber salido) copando canales y portadas, mujeres de presidentes que se alzan en protagonistas de cumbres internacionales, viejas “glorias” venidas a menos dispuestas a vender el hígado de su madre por un puñado de dólares y demás morralla que no sirve ni para caldo. ¡Ay! Si Platón levantara la cabeza pondría una piedra bien grande en la puerta de la cueva para que nadie pudiera salir…

Yendo yo caliente...

Señores directores y magnates de la comunicación, ¿no se les cae la cara al suelo al engañarnos y utilizar sus publicaciones como libelos contra sus detractores y vehículo de ensalzamiento de sus adeptos con el agravante de ofrecerlos como “independientes” y cobrarnos por ello?

Ya no se salva ni la presunta “prensa especializada”, nacida para dar una mayor cobertura a sectores específicos. ¿Recuerdan Interviú? Ni sombra de lo que fue: los reportajes de investigación de los noventa han dado paso a un folleto repleto de desnudos iguales que los que encontramos en las playas. ¿Las revistas femeninas? Nos tratan como a “miembras”, es decir, como imbéciles (¿quién si no en su sano juicio se gastaría cuatro euros en un catálogo de anuncios de grandes marcas? Porque no son sino eso; bueno, con algunas que otras preguntas a alguna petarda de alta alcurnia de encefalograma plano cuyo único mérito es haber nacido en una familia acomodada o haberse casado con algún maromo de casa bien). Por no hablar de las denominadas secciones de “cultura” (que, por cierto, no hay nada que se aleje más de la misma) donde no se recomienda lo mejor si no lo que quieren que oigamos, veamos, leamos, en definitiva, pensemos. Y, por lo que observo, van por buen camino, porque nadie se queja. Es una vergüenza que le pongan cortapisas a personas que quieren escribir y que son buenos profesionales por no tener un título específico o que estén echando a la calle a periodistas con la excusa de que no hay dinero para pagarles y que estén dando cancha y abonen (en el amplio sentido de la palabra, porque se van creciendo y reproduciendo como los Gremlins) cantidades astronómicas a personajillos que no deberían ni dejar legado genético. Aunque esto nos lleva a otra cuestión ¿quién peca más, el que peca por la paga o el que paga por pecar? O lo que es lo mismo, ¿quién tiene la culpa, el que se aprovecha de la tontuna general o el que la estimula como público? Piénsenlo la próxima vez que tengan una publicación en la mano.