Hay que
prepararse para animar a nuestro equipo, que llega a la capital. Necesitan
nuestro apoyo, el de todos, porque se va a disputar un duro encuentro. El rival
es poderoso y, aunque no está demasiado bien entrenado, no practica el juego
limpio y amenaza con imponer su triunfo por la fuerza, como los caciques que
son. Y lo peor de todo: no es que nuestro equipo haya tenido mala suerte en el
sorteo; es que a este rival lo han elegido
quienes se empeñan en participar de este circo al que llaman democracia y para
el que no nos han vendido entradas. Pero este circo de payasos se ha convertido
en uno romano y tienen los gladiadores en la puerta del coliseo dispuestos a
derramar sangre, porque, como en aquellos tiempos, no tienen nada que perder.
Ahora
más que nunca hay que sentir los colores: el rojo y el gualda, y no el verde,
que es el tono que más cala. ¿Dónde está ahora la selección? ¿Va a venir a
animar a la clase obrera? Seguramente no (estarán buscando paraísos fiscales
para sus ganancias). ¿Y la clase obrera? ¿Vendrá a animar a sus iguales?
Posiblemente, mucha no porque se gastaron todos los ahorros en un billete de
ida y vuelta en el día a Kiev. Vemos muchas banderas, pero ninguna la de un
proyecto común; nos guste o no, nuestro proyecto.
Salgamos a la calle, colguemos pancartas en nuestros balcones, pongámonos la camiseta porque este partido SÍ
lo jugamos todos y aquí sí GANAMOS
todos.
Ésta es la roja, MI ROJA.
Ésta es la roja, MI ROJA.
¡¡ESPAÑA
CON LOS MINEROS!!